Al terminar la Edad Media en Europa, toca hablar del Renacimiento; que es un término que define todo el periodo sociocultural posterior a esta y alude al renacer de los estudios clásicos, y a la veneración de las obras y los autores grecolatinos.
Comienza a andar en Italia en los
siglos XV (Quattrocento) y en el XVI
(Cinquecento), revolucionando las
artes (pintura, escultura, arquitectura, música y literatura) y el pensamiento
de la época. En España (no pienses en la actual, hablamos del Imperio español),
ya hemos visto los cambios tan grandes del siglo XV, aunque no se habla de
Renacimiento hasta el XVI.
En este siglo de esplendor y riqueza en el que Monarquía hispánica es la mayor potencia del mundo, el Renacimiento español tendrá sus propias particularidades y estará influenciado por otras realidades (además de las habituales al hablar de Humanismo o Renacimiento) como el concepto de Nueva España o el bagaje cultural y social en la península de los reinos cristianos y las tres culturas. Será la fusión de todos estos elementos lo que terminará por fraguar el conocido como siglo de oro de las artes (abarca, en realidad, dos siglos: el XVI y el XVII).
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Carlos I |
https://www.youtube.com/watch?v=vAo1zvmnwD8
En general, la economía española
goza de un siglo de prosperidad, aunque no quedará exenta de periodos de crisis
que también afectarán en lo social. Además, es una época de gran aperturismo
cultural. Con todo, en el reinado de Felipe
II asistiremos al inicio de un conflicto religioso, social, económico y
cultural tan grande en Europa que, en cierta medida, continúa en la actualidad.
Sí, es el inicio de las ideas de Lutero, la reforma protestante, los cismas
religiosos y del surgimiento de una mejorada propaganda política gracias a uno
de los inventos más claves para entender estos primeros pasos de la modernidad (la
imprenta).
Como contraparte a las ideas protestantes (ámbito religioso y político contra la Iglesia del Imperio, contra el poder de la Monarquía hispánica), se crea lo que se conoce como Contrarreforma, que intenta afianzar el poder de la Iglesia y sus privilegios. Para ello, entre otras muchas cosas, se censuran algunas publicaciones y se regula el poder de los tribunales morales y religiosos de la Inquisición (esta institución viene de la época medieval, de finales del siglo XII, y está presente en toda la religión, es decir, en el lado católico y en el protestante. La diferencia principal es que el marco de los segundos quedaba en manos de autoridades locales menos vigiladas).
Ya hemos visto en La Celestina una parte de toda esta situación,
aunque lo seguiremos viendo en la gran obra en prosa de este siglo: El Lazarillo (y en siglos posteriores,
por supuesto). Antes de eso (ver las entradas correspondientes para más
información), nos centraremos en los rasgos
esenciales del Renacimiento.
Ahora hay que destacar la dignidad
del hombre, que pasa a ser el centro del mundo y recupera el control de su
destino (frente al modelo teocéntrico medieval). La sociedad se vuelve mucho
más dinámica en comparación al inmovilismo de la estamental. La burguesía se va
haciendo cada vez más fuerte (auge del comercio), dando paso, del mismo modo,
al típico individualismo burgués.
Las emociones que florecen (y
marcan) con estas nuevas ideas son el optimismo
ante la posibilidad de controlar las cosas mediante nuevos conocimientos y un
intenso vitalismo. Ahora se cantará
al amor, a los placeres de la vida, las fiestas, los lujos, etc.
El racionalismo renacentista (Humanismo) se basa en la idea de progreso mediante la razón. Ahora la economía y el mundo material pueden avanzar de forma indefinida y el ser humano, dentro del terreno moral, puede alcanzar cotas de humanidad desconocidas hasta el momento. La idea es que gracias al conocimiento se puede hacer mejor al hombre. Surgen, en este sentido, las ideas neoplatónicas (la realidad material es una manifestación de un orden superior y armónico perfecto que se puede alcanzar por el conocimiento, el amor o la contemplación de la belleza natural).
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Dante, por Botticelli |
El deseo de renovación religiosa (unida siempre al modelo político y al poder) culminará en el Cisma de occidente, que supone la fragmentación de los cristianos por el auge de la reforma protestante de Lutero (no será el único: Calvino, la iglesia anglicana…). La Iglesia católica convoca, por ello, el Concilio de Trento. En él se definen los dogmas católicos esenciales y hacen frente al protestantismo. Nace así lo que conocemos como Contrarreforma, un movimiento religioso (y, cómo no, político) en el que España juega un papel esencial.
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Clases en Salamanca, siglo XVII |
Como conclusión, lo más adecuado es ver al Renacimiento como un periodo de gran auge artístico y cultural, y como una época de cartógrafos, navegantes, estudiosos, juristas, aventureros, conquistadores, teólogos… Piensa en científicos como Copérnico o Kepler; en artistas como Rafael, Miguel Ángel, Fray Angélico, Piero della Francesca o Botticelli; escuelas como la de Salamanca; arquitectos como Brunelleschi o Bramante; músicos como Palestrina, Tomás Luis de Victoria; o escritores como Shakespeare, Marlowe, Rabelais, Montaigne…, además de la impresionante nómina de españoles, para hacerte una idea de lo que tenemos entre manos.
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