La prosa y el teatro medievales

    El teatro medieval. En contraste con otros lugares, en Castilla no tenemos ningún testimonio teatral hasta el siglo XV, con la excepción del Auto de los Reyes Magos, del siglo XII, una pieza antigua y valiosa (fragmento) que consta de 147 versos polimétricos y anónimos encontrados en la catedral de Toledo sobre cómo los reyes magos siguen una estrella, hablan con Herodes… Por la pieza conservada, cabe pensar en una escena fija y el uso del teatro como extensión de la liturgia cristiana.


    Por otro lado, vemos que —por lo encontrado en el siglo XV, el teatro europeo (y peninsular) y, sobre todo, por las escuelas y las muestras del XVI (o el momento de máximo esplendor en el XVII)— debió de haber otras obras y representaciones. Lo que parece claro es que fueron de la mano, principalmente, de clérigos y monjes. Al menos, es lo que sabemos.


   La prosa medieval en España, como en toda Europa, aparece más tarde que la poesía en verso. La prosa se escribía en latín, lengua exclusiva de la cultura durante mucho tiempo. Fue Alfonso X el Sabio quien otorgó al castellano la categoría de lengua adecuada para la transmisión de la cultura y los saberes humanos. Su precedente en esta labor fue la Escuela de Traductores de Toledo, creada en el siglo XII por el arzobispo don Raimundo. En ella se reunían eruditos árabes, cristianos y judíos para traducir al latín las grandes obras (científicas, filosóficas) existentes en lenguas árabes y griegas. Posteriormente, dichas obras se tradujeron también al castellano.

 Alfonso X se ocupó especialmente de dignificar la lengua castellana cuidando su sintaxis, estableciendo el léxico, limando las vacilaciones y fijando la forma de las palabras. Todo en un proceso de trabajo que él mismo supervisaba. Entre las obras que impulsó destacan: Primera Crónica General de España (histórica), Las Siete Partidas (jurídica), El libro del Saber de Astronomía (científica).

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  El género más importante de la época es el didáctico. Los exempla, o ejemplos medievales, tienen como precedente los cuentos y las fábulas orientales. A partir de relatos en los que participan personas, animales, personajes fantásticos…, se presenta un caso sobre el que después se desprenderá una lección o consejo moral. Este género llega a su culminación con Don Juan Manuel y su obra más conocida: El Conde Lucanor, al ser el autor conocido que más éxito tuvo con este tipo de literatura en prosa.  

  Sin embargo, conviene recordar antes el enorme valor del resto de ejemplos medievales (y de los cuentos de origen oriental o clásico venidos vía eruditos árabes); pues es desde ahí donde nace gran parte de la tradición literaria española (recuerdo a los traductores de Toledo y a Alfonso X).


   Las colecciones más importantes en español son Calila e Dimna, por un lado; y el Sendebar (o Libro de los engaños y de los ensañamientos de las mujeres), por el otro. Si bien es cierto que fueron traducidos al romance desde su versión en árabe por orden, según algunos, del mismo Alfonso X; su origen es persa (o hindú), es decir, muy antiguo. 

Página del Sendebar

  Don Juan Manuel fue uno de los hombres más poderosos de su época (nieto de Fernando III y sobrino de Alfonso X). Participó activamente en la política y guerras de su tiempo, y al mismo tiempo se interesó por la cultura clásica y oriental, esforzándose en obtener un estilo personal que combinara la elegancia con la precisión.


    En general, sus obras están escritas con un objetivo didáctico y moralizador, fundamentado en lograr la convivencia entre las personas, mostrando casos o ejemplos de comportamientos humanos al modo de los exempla ya descritos.

  En El Conde Lucanor (Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio) se pone de manifiesto esta condición didáctico-moral. Consta de cinco partes, y la primera, de más interés, contiene 51 ejemplos o cuentecillos de temas variados y de origen diverso (fábulas griegas, parábolas bíblicas, relatos orientales…, y de propia invención).

    Cada uno de los 51 ejemplos presenta una misma estructura formal: el conde Lucanor consulta a su ayo o preceptor Patronio sobre un asunto; Patronio relata una historia, un caso o un cuento que sirve de ejemplo para la situación planteada; y se pone en relación el tema del cuento explicado con el problema propuesto por el conde. Al final, Don Juan Manuel resume mediante un pareado (proverbio) la enseñanza que deseaba transmitir. 

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