La Celestina

     La Celestina es una obra dialogada bastante extensa atribuida a Fernando de Rojas por el acróstico con su nombre en los textos preliminares, aunque hay opiniones diferentes respecto al autor (o autores). Esto ha hecho que haya habido dudas sobre su género, su composición (varias versiones con nombres y extensiones diferentes) y, como hemos dicho, su autoría. Lo que sí sabemos con certeza es que está escrita en ambiente universitario al final del siglo XV, en que resulta una pieza única en su género, que se saldrá de todos los moldes preexistentes y que influirá en la literatura posterior.

     Para unos se trata de una especie de obra de teatro, mientras que otros piensan que estamos ante una novela dialogada (demasiado larga para encuadrarla dentro del teatro). Los partidarios de que se trata de una obra de teatro argumentan que no existe narrador alguno, pues los personajes hablan siempre directamente. La obra no estaría destinada a la representación pública, sino a la lectura colectiva.    Los defensores de que se trata de una novela mantienen que el libre tratamiento del espacio y el tiempo, o la evolución psicológica de los personajes, serían rasgos más propios de la novela que del drama, a lo que podría sumarse el carácter irrepresentable del texto.

Fadrique de Basilea, Burgos, 1499 

     Sobre el nombre. Primero se llamó Comedia de Calisto y Melibea. Un poco después, Tragicomedia de Calisto y Melibea (con algunos actos nuevos). Por último, La Celestina. Se popularizó ese nombre ya desde el siglo XVI (comenzó en una versión italiana de 1519).

Valencia, 1514

    En cuanto al lenguaje y estilo, coinciden en la obra la lengua culta y erudita, y la lengua popular. Cada personaje suele hablar de acuerdo a su condición social; salvo Celestina, que cambia de registro según el receptor del mensaje o la situación en que se encuentre. La lengua culta abunda en latinismos, frases largas, verbos al final de la oración, utilización de sentencias cultas o citas de la Antigüedad clásica. La lengua popular es, por el contrario, viva y rápida, con numerosos refranes, frases cortas, expresiones coloquiales, chistes, insultos...

   Tradicionalmente, tragedia y comedia se definían según dos planos sociales diferentes de la acción dramática: el aristocrático, en donde se dan personajes capaces de grandes sentimientos, y constituyen el plano trágico; y el popular, antihéroe, ajenos a toda grandeza de alma. Rojas funde ambos planos: los personajes, tanto del mundo alto como del bajo, muestran los mismos sentimientos (son egoístas, deshonestos...) y utilizan diversidad lingüística. Por eso hablamos de  tragicomedia

   Lo trágico y lo cómico ya no están ligados a la clase social como en otras obras del mismo siglo en que las acciones de señores y campesinos no se mezclaban. Con ello, Rojas está dando testimonio de las tensiones que se estaban produciendo en la sociedad. Una de las características que le da a la obra ese sabor realista característico de una parte importante de la literatura española. Veamos esas transformaciones sociales que nos muestra la obra.

    La primera es la que tiene que ver con el cambio de paradigma entre amos y criados. Bajo el prisma medieval, la relación sirviente / señor era más moral que económica, pues eran parte de la casa. Seguían a sus amos por convicción, costumbre y lealtad porque era parte implícita del contrato social entre ellos. Tenían, por así decir, un vínculo, un rol preestablecido de difícil disolución. Un acuerdo que convenía a las dos partes y tenía que ver con la fidelidad y el honor. En el siglo XV, esa relación cambia para formar un mero acuerdo económico y comercial. En la obra, los criados de Calisto, por ejemplo, obedecen a su amo por dinero. Una relación mucho más fácil de socavar.

    Relacionado directamente con esto, tenemos que comentar el poder del dinero, que todo lo compra y lo puede. El inmovilismo medieval está cambiando. En el XV hay una clase social que sí puede enriquecerse y prosperar, que sí puede llegar a la cima de la pirámide, la burguesía. El comercio (así comenzó la burguesía) era capaz de socavar la barrera social y llegar a la aristocracia. Se podían comprar títulos nobiliarios, “honras” (distinciones sociales compradas con dinero) o criados. En otras palabras, los ricos burgueses se incorporaban a las costumbres y formas de vida de los antiguos nobles, por lo que algunas personas podían vivir sin trabajar (sin producir). Así, por ejemplo, es como vive Calisto. Un tipo ocioso como pocos.

  Estos cambios sociales (distintas normas, distinta moral y distintas costumbres) son un caldo de cultivo ideal para enredos, traiciones, comportamientos reprobables, conductas impúdicas y cuestiones éticas (avaricia, ira, deseo sexual…). Así es el trasfondo de esta obra, que revoluciona la prosa medieval de finales del siglo XV.


   Veamos lo dicho haciendo algunos comentarios sobre uno de los factores fundamentales de la obra, los personajes.

    Una forma habitual (y práctica) de encarar la valoración de los personajes de La Celestina es atender a los dos grupos sociales clásicos (tradición literaria en todos los géneros): los de clase social baja y los de clase social elevada. Como norma general, la tradición pone a los primeros como ayudantes en las tragedias (con mayor protagonismo en las comedias) y los nobles como protagonistas. En términos generales, ambas esferas no solían mezclarse mucho (los criados daban recados y obedecían a sus amos, sin más tramas con el resto de personajes).

   La Tragicomedia de Calisto y Melibea va a terminar con esta convención. En la obra de Rojas, las dos esferas se mezclarán sin remedio gracias a la verosimilitud que los cambios sociales ya descritos van a proporcionarle. En el grupo de las clases populares veremos, entre otros, a Celestina, a los criados (Pármeno, Sempronio, Tristán y Sosia) y a las prostitutas Areúsa y Elicia. Como representantes de los ricos: Calisto, Melibea y los padres de la joven (Pleberio y Alisa). Comencemos con los de clase social elevada.

  Calisto es el “galán” de la obra. Un joven rico y ocioso con rentas y criados, pero sin escrúpulos y sin ningún tipo de honra ni nobleza. Algunos lo ven como una parodia de los héroes de los libros sentimentales; pues parecerá que sigue los preceptos del amor cortés (ya explicados), pero, en realidad, seguirá los del loco amor. Lo que quiere Calisto es el fruto del amor de Melibea. Quiere un amor carnal, pasional, físico. Para ello, utilizará todas las artimañas posibles, lo que incluye los tratos con Celestina. Este personaje habla con un lenguaje retórico propio de la literatura cortesana, otro guiño a esa parodia de clases sociales, estilos literarios y tipos de amores.

  Melibea es una joven rica de buena familia que comienza como una dama pura que mantiene el decoro y la pureza de sentimientos (contraste con su amante), pero que más tarde no oculta su pasión (la mantendrá hasta el final, hasta las últimas consecuencias) y se muestra como una mujer de carácter rebelde, honesto y sincero. Bajo nuestra opinión, Melibea es las dos versiones. Evoluciona, cambia. Es un personaje muy activo en la obra. Termina trastornada por la pasión y dispuesta a todo por mantener el amor carnal y físico con Calisto. Entra en la misma parodia en la que permanece el galán desde el comienzo (el amor cortés de las narraciones cortesanas frente al loco amor de la vida real).

 Los padres de Melibea, Pleberio y Alisa, tienen un papel secundario. Representan ese hecho intemporal, ese defecto que muchos prefieren ignorar. El desconocimiento de lo que hacen, piensan y sienten los hijos (adolescentes o jóvenes). Al final de la obra, se sorprenderán, por desconocimiento, por los acontecimientos de la misma.

    Vamos ahora con los personajes de clases populares. Antes de ponernos con el personaje más famoso de la obra, repasaremos el rol de los demás. Eso es, de los criados y las prostitutas. Representan, en general, la codicia, el deseo sexual y el interés egoísta y básico del dinero. Además, odiarán sus amos (salvo Tristán y Sosia) y serán bien conscientes de su posición de clase.

   Para finalizar, es el turno de Celestina, un personaje tan importante que cambió el título por el que todos conocemos la genial obra de Rojas. Es la figura central en las relaciones del resto de personajes. Una vieja alcahueta, maga y hechicera cegada por la ambición y con un gran conocimiento de la vida, las relaciones, al amor o el corazón humano. Es personaje capaz de moverse (lenguaje, trato, formas…) entre los de su clase social y los de la clase elevada. Logra sus objetivos, pero su avaricia es tan grande que la obra terminará muy mal para ella.

  Como ya hemos vislumbrado, los temas de fondo de esta singular obra son variados. El placer (principalmente sexual), el loco amor y el dinero, con las cosas relacionadas con ello, están ya dichos; así que volveremos a ellos, sin olvidarnos del otro gran tema de la obra: la muerte, del mismo modo, relacionada con lo demás.

   Cuando hablamos de placer, nos referimos al puro placer y a todo tipo de placeres. El hedonismo mal entendido moverá a los personajes a lo largo de la historia. Recordemos que Melibea, ante la perspectiva de la muerte, solo se lamenta de no haber gozado más de su amor carnal con Calisto. Muy relacionado con el placer, encontramos al loco amor, que es una crítica (o burla) del amor cortés. Este tipo de amor es violento, pasional, erótico y libre. Es una manera de sentir que te obsesiona, te enajena y te lanza fuera de ti mismo. Por ejemplo, dice Melibea que prefiere ser buena amiga que mala casada; con la crítica añadida a las costumbres de su clase social incluida.

  Los dos amantes quebrantan el código del amor cortés y la moral cristiana desde el inicio. El descontrol, la temeridad y la adoración que Calisto tiene de Melibea resulta como un tipo de locura (frustración, tristeza, angustia…) que afecta a la memoria y al cuerpo (dicen sus criados de él que está “loco”). La crítica religiosa (ya con fuentes y ejemplos anteriores) llega hasta la deificación de la joven para Calisto. Dice de Melibea: «Melibeo soy y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo». Más adelante, esta adoración se va mundanizando hacia un amor más humano y profano.

  Sobre el dinero podemos observar dos funciones. La primera tiene que ver con la codicia, representada en este caso por las clases populares. Llegarán, por dinero, hasta límites increíbles, hasta la mismísima muerte. La otra cara es la que mueve al mismísimo amor. Con dinero se puede comprar un poco de amor. Esto se ve de forma cruda y real con los servicios de las prostitutas (Celestina es dueña de un prostíbulo), pero también con el contrato entre la alcahueta y Calisto vía criados para que con su brujería y habilidades Melibea quede prendada de él.

   Toca el turno del último elemento. La muerte, que se muestra como igualadora (mueren muchos en la obra, sin importar su condición social o sus hazañas) y como otra crítica religiosa en algunos casos. Esto se logra mediante el suicidio, que es un atentado directo contra el cristianismo (el suicidio, por loco amor para más inri, te cierra las puertas de la otra vida). El elemento de la muerte también sirve en la obra como único medio para solucionar el problema que plantea la locura de amor. Es la forma de “curarlo”.

https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/tragicomedia-de-calisto-y-melibea-nuevamente-revisada-y-enmendada-con-adicion-de-los-argumentos-de-0/html/ffe3b10a-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_

   Como vemos, La Celestina tiene algunos elementos que la hacen única. Tuvo tanto éxito en el siglo XVI que influyó en la literatura de forma directa e indirecta. Creó un nuevo género (celestinesco), personajes, etc. Una revolución en sí misma, con tintes de crítica social (relaciones entre clases), religiosa (normas cristianas) y política (judíos conversos, limpieza de sangre…). De hecho, estuvo prohibida en el siglo XVII (Inquisición) debido a que era perniciosa para las buenas costumbres. 

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