Os dejo la muestra de lectura que utilizamos en la campaña de micromecenazgo para mi primera novela de fantasía.
Es importante aclarar aquí que es una muestra a caballo entre lo comercial y la que mandaríamos a editoriales o agentes literarios. Sobre eso, hablaremos en el Taller de escritura a su debido tiempo.
Muestra de lectura para Noches de Abrojos
«Sea
como fuere, el tumulto se está volviendo peligroso y temo por mi seguridad. No
logro ver al grupo de extranjeros en toda la pelea, lo que me anima a pensar
que la policía puede tener una mínima posibilidad. «¡Esos ocho enormes tarugos habrían descompensado la balanza del
todo!», me digo. La patrulla
policial avanza en orden desde la puerta como si se tratara de una batalla
real. Paso a paso. Juntos. Como una máquina bien ajustada. Con orden. Con
seguridad. Protegerse y golpear. Otro paso. Escudos. ¡Bum! Otro golpe. No discriminan. Si te pillan ahí, cobras. Cada
golpe suyo es como una coz en la cabeza. Enemigo desactivado. Siguiente paso.
Siguiente escudo. ¡Pum! Objetivo
abatido. Todo muy profesional, muy limpio.
El
orden frío de unos contra la cólera rabiosa de los otros. «¡Bonito espectáculo si no peligrara mi vida!». La puerta queda abierta y adivino que es posible que estén
esperando fuera algunos más. Han creado un espacio a su espalda.
Al
otro lado de las porras de Castilibre, el estilo es distinto pero igual de
brutal. A mí me preocupa más esta ciega reyerta general, pues tengo lejos a los
guardias y su avance es muy lento. La
violencia y la ira suben su ardor a grandes zancadas. Los gritos, la
sangre, el barro, el sudor; todo empieza a mezclarse. Esa atmósfera va
cubriendo el lugar y cada segundo que pasa trae más posibilidades de acabar con
un brazo roto, una herida abierta o una brecha en la cabeza. Mi mente y mi
corazón palpitan con fuerza. El subconsciente se debate entre la lucha o la
huída.
Algunas mesas son arrastradas con energía y se estampan entre ellas o estallan con determinación contra los muros de piedra. Un diente extraviado cae a mi lado. Varios cuerpos descansan exhaustos y apaleados en el suelo. También se escuchan, de vez en cuando, algunas bofetadas. Siempre me fascinaron las bofetadas. No te noquean, no parecen gran cosa; pero te zumbará el oído, te dolerá la cara y tu orgullo se irá haciendo más y más pequeñito. Además, independientemente del alboroto circundante, todos sabrán que has cobrado. O eso debe de pensar el que la recibe».
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