El siglo XV es un siglo de transición entre la Edad Media y el Renacimiento, entre dos concepciones muy distintas del mundo. Seguirán algunos preceptos medievales, pero también habrán fructificado los avances vistos desde el XIII (núcleos urbanos, aumento del nivel de vida, universidades, cultura, arte, avances tecnológicos…). Por ello, algunos lo denominan Prerrenacimiento (ideas innovadoras). Aunque, antes de nada, contextualicemos todo esto un poco.
Desde el punto de vista socioeconómico, la burguesía comenzará a ser una clase social importante, pues el comercio será una actividad que irá adquiriendo más relevancia al aumento de la población (menos epidemias) y al fortalecimiento de las ciudades.
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Nebrija impartiendo gramática |
Además, habrá cierta obsesión por lo caduco. El pensamiento de que la vida es efímera provocará en algunos autores un sentimiento de desengaño y en otros el goce de cada momento (tópicos tempus fugit y carpe diem respectivamente). En este mismo sentido, la Muerte ya no será la enviada de Dios que alivia los sufrimientos de esta vida pasajera y desdichada; ahora se la temerá como la devoradora de vida en unos casos (se la representará como un esqueleto), aunque también se empezará a pensar en ella como la fuerza que llega para todo el mundo, ricos y pobres (poder igualador de la muerte). Este mismo hecho hará que se busque la fama como una alternativa a la vida eterna a través del recuerdo (esculturas, retratos, arte…). Los autores abandonan definitivamente el anonimato.
No hay que olvidar que es el siglo de la invención de la imprenta (invento atribuido al alemán Gutenberg), lo que supuso el abaratamiento de libros y la difusión de cultura, ideas y, cómo no, lectores. Ahora la lectura pasa a ser una actividad individual.
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Gutenberg |
Centrándonos en la literatura, será un siglo con bastantes
novedades técnicas que contará, principalmente, con dos joyas de las letras
hispánicas que revolucionaran sus respectivos géneros (poesía y narrativa);
aunque antes veremos el devenir de todo lo demás, pues, para enmarcarlos
correctamente, es importante entender la evolución de la lírica tradicional y
culta, el teatro medieval o los distintos caminos de la prosa.
Comencemos con la lírica tradicional recuperando esas
piezas sencillas, orales, anónimas y colectivas que cantaba el pueblo; los villancicos (canción de villanos, es
decir, del pueblo). Es en este siglo que van creciendo, poniéndose por escrito
y multiplicándose. Son composiciones generalmente de tema amoroso (repasar la
entrada sobre poesía lírica medieval) enmarcadas en un entorno rural
(importancia de la naturaleza) y con un fuerte carácter simbólico y predominio
de verbos en movimiento, diminutivos, oraciones exhortativas y desiderativas,
repeticiones, paralelismos…
También son importantes los romances, que (según la teoría más extendida y convincente) nacen al final de la Edad Media al descomponerse los grandes poemas épicos (ver la entrada correspondiente) y segmentarse definitivamente en dos los largos versos de sus tiradas. Es cierto que eran versos irregulares y que los romances son versos octosilábicos (tendencia a esa medida de dieciséis) de rima asonantada en los pares (la sección en dos de cada verso de los cantares de gesta explica esta rima asonante y también los versos impares sueltos, sin rima). Además, esta gestación explica también la abundancia de temas épicos en el Romancero viejo.
Los romances se recopilan en lo que
se conoce como Romancero viejo, un
conjunto de romances que se cantaban a finales de la Edad Media. Es, por tanto,
un género de origen oral y popular recopilado para ser leído por un público.
Los romances viejos se suelen clasificar según su temática: el tema épico castellano (rey don Rodrigo, Bernardo del Carpio, Fernán
González, infantes de Lara, el Cid…), fronterizos
y moriscos (desarrollan escaramuzas guerreras entre moros y cristianos en
tierras de frontera o la caballerosidad y el refinamiento de los moros), tema épico francés (Carlomagno, Roldán, batalla de Roncesvalles…),
novelescos y líricos (temas
bíblicos, mitológicos, historia clásica, amoroso…, o puramente inventados).
Apuntaremos aquí que el Romancero
viejo no es el único romancero de la literatura española. En los siglos XVI y
XVI, los autores hicieron un nuevo corpus de romances, pero esta vez escrito
por poetas cultos y famosos como Cervantes, Lope, Góngora o Quevedo. Se conoce
como Romancero nuevo.
Además, como curiosidad, cabe
mencionar otro romancero, esta vez mucho más moderno, recogido desde finales
del siglo XIX hasta nuestros días. Se llama Romancero oral moderno, y es un corpus inmenso de romances de la
tradición oral de la península, Canarias, Hispanoamérica y de las comunidades
sefardíes dispersas por el mundo.
Toca el turno de la poesía culta, relacionada en este siglo con la corte de los reyes y
llamada, por ende, poesía cortesana. Es la poesía de los autores famosos, es decir, de los
nobles. El tema de esta poesía cortesana es el amor. En concreto, lo que
conocemos como amor cortes, cuyo nacimiento (como ya explicamos en otra
entrada) parte desde Provenza en el siglo XII. Consiste en que el caballero
concibe a la mujer como si de un señor feudal se tratara, rindiendo culto y
vasallaje.
El poeta se declarará siervo de la
dama (“mi señora”), que caracterizará
como un cúmulo de perfecciones (belleza, honestidad, pureza…). El simple hecho
de rendirse a la dama le otorga al poeta nobleza de espíritu. A pesar de ser un
amor imposible y, de una u otra forma, prohibido; el poeta buscará un galardón
(una prenda, un gesto…) que le anticipe el posible mecimiento de los afectos
(en último término, la consumación sexual) de la dama y la fidelidad de su
servicio. Por desgracia, la honestidad de la mujer impide acceder a sus deseos
y es acusada de cruel por el poeta. Esta frustración transforma el sentimiento
amoroso, que comenzaba alegre, en sufrimiento y dolor. Un dolor, además,
inevitable; pues no podrá dejar de amarla, pondrá en peligro su vida y le hará
desear la muerte.
La poesía cortesana cumple una clara función social en la sociedad del siglo XV. El noble de la época ya no es solo un guerrero o un político. Ahora es un mecenas, un cortesano, un alma sensible que cultiva, en muchos casos, su propio arte poético. Es por esto que, bajo la protección de nobles o reyes, se compila la poesía en colecciones que responden a los nuevos fustos y costumbres cortesanos. Así nacen los cancioneros. Los cancioneros castellanos más conocidos son: el Cancionero de Baena, el Cancionero de Estúñiga, el Cancionero de Herberay des Essart, y el Cancionero de Palacio.
En cuanto a las características formales de la poesía cortesana destaca la artificiosidad y la complicación: ambigüedad, sutileza, ingenio, un vocabulario muy restringido, el gusto por la paradoja y el concepto alambicado y una métrica particular. Tres son los grandes poetas del cancionero: el Marqués de Santillana, Juan de Mena y Jorge Manrique.
En cuanto al teatro, ya vimos que no será relevante hasta el XVI, pero sí cabe destacar el teatro religioso de Gómez Manrique.
Por último, hablaremos un poco de la prosa del siglo XV. Es continuación de lo anterior. Se divide en prosa histórica, didáctica y de ficción. Lo más relevante es ver cómo van tomando forma (desde la continuación de lo anterior) dos de las formas que siempre tienen más tirón entre el público (ambas dentro de la prosa de ficción): las narraciones sentimentales y los libros de caballerías. Como todos sabemos, estos últimos servirán como punto de partida de la crítica literaria que hará Cervantes al comienzo del siglo XVII con El Quijote.
Veremos mejor los distintos géneros de la prosa en la entrada del Renacimiento. Ahora finalizo este artículo anticipando el nombre de la última entrada de la literatura medieval, una obra que será cumbre de la literatura, que irá aparte de los subgéneros prosísticos de su época, y que resultará una clara influencia para la prosa posterior. Una adelantada a su tiempo, una de esas joyas que ponen a la literatura española en un lugar privilegiado. Sí, has acertado. Me refiero a la que conoces popularmente como La Celestina.
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