Verbo

     Es la categoría gramatical más importante. De hecho, la palabra deriva del latín, donde significaba palabra (de ahí, palabras actuales como verborrea o verbal). El verbo expresa la acción, el proceso o el estado de las cosas. Es el tipo de palabra que más información nos dará. Hasta tal punto, que se pueden hacer oraciones de una sola palabra, pero no se pueden hacer oraciones sin un verbo.         Efectivamente. Un verbo solo se basta para formar una oración y pasar un mensaje efectivo y completo. ¿Por qué sucede esto? Porque los verbos guardan dentro de su ser mucha información gramatical (más allá de su significado, de la información semántica). Las formas verbales nos cuentan, además del significado del verbo en cuestión, la persona que lleva a cabo la acción, proceso o estado; si lo hace uno o lo hacen varios, es decir, el número; el tiempo; el modo; el aspecto; la voz… 

    Es cierto que en la escuela nos cuesta aprender todo esto porque hay muchas palabras técnicas y mucha información relacionada; así que vamos a intentar explicarlo de forma breve y sencilla para centrarnos en entenderlo bien.

 

   Lo primero que tenemos que pensar es en el trabajo de los verbos. Ellos mueven la realidad, le dan vida. No es poca cosa. Sin los verbos, el lenguaje reflejaría una realidad estática y yerma. Son los que hacen que los sustantivos se muevan y actúen por el mundo. Así de simple y de complejo al mismo tiempo. Dar esa información es difícil, sin embargo, los verbos han evolucionado en nuestra lengua para poder hacerlo en todos los planos imaginables. Por eso resultan, para muchos, tediosos y complejos, por las muchas posibilidades que existen. Lo que debemos pensar es que esas posibilidades reflejan un infinito de opciones.

  ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo se las apañan para mover el mundo en todos los planos (reales o imaginarios) de existencia? Esto sucede porque nuestro idioma lleva mucho tiempo en esto (y proviene de otro idioma igual de sabio, el latín) y se las sabe todas. Lo logra gracias a lo que conocemos como accidentes gramaticales, que son esas partículas que se añaden a la base del verbo (raíz, lexema) para aportar esa información de la que estamos hablando. En morfología se conocen como morfemas flexivos (de flexión) o derivativos (de derivar).

    Son cuatro accidentes gramaticales. El primero es una vocal residual que queda entre la base y el resto de morfemas que nos indica a qué modelo de las conjugaciones se adscribe ese verbo (sea regular o no). Sí, en la clase de lengua la llaman vocal temática (la vocal que nos informa del tema del verbo). No siempre la verás clara, pues el sistema verbal se ha acomodado a nuestra forma de hablar y a veces se sincretiza con otras partes de la palabra. Es normal, un mecanismo habitual en lingüística, una norma básica de la lengua. El siguiente accidente es la marca que nos indicará la persona y el número de esa forma verbal (tres personas para dos opciones de número hacen un total de seis posibilidades). Ya hemos hablado un poco de ellos, así que no diremos mucho más. Piensa en esas seis formas que estudias en cada tiempo verbal (casi siempre).

    El tercer accidente se suele llamar morfema TAM, que significa que nos indica el tiempo, el aspecto y el modo del verbo. Tres informaciones esenciales y muy relacionadas. Juntas, se encargan de poner la acción en la cadena temporal (pasado, presente y futuro), de decir si esa acción está o no terminada, y de informar sobre si esa acción entra dentro de lo real, lo imaginario, lo condicional, lo deseado, lo ordenado, etc. 

    Todo esto se logra con tres opciones de modo (indicativo, subjuntivo e imperativo, dos opciones de aspecto (perfectivo o imperfectivo, es decir, acabado o no), y unos diecisiete tiempos verbales repartidos en los tres modos (diez para el indicativo que indica la realidad; seis para el subjuntivo que nos hablará de opciones, deseos, posibilidades…; y uno para gobernarlos a todos. Espera, no. Eso era otra cosa. Uno para indicar el modo imperativo, es decir, indicar que el hablante quiere imponer, exhortar o mandar algo al oyente. 

    El último accidente es la voz, que diferencia entre las acciones que realiza el sujeto (activa) y las que no (pasiva). Esto (y más, como el conjunto de tiempos verbales y sus usos) lo veremos en otra entrada del blog.

    Esta información formará la conjugación verbal, que es el conjunto ordenado de las formas que puede presentar un verbo. Hay verbos que muestran una conjugación completa y regular (siempre igual), pero hay otros que no (verbos irregulares y defectivos). Además, hay que ver que hay formas personales (las que hemos visto) y formas no personales, que aportan menos información gramatical.

    Nuestro sistema verbal, como vemos, es tremendamente rico y complejo. Es verdad. Mas, con todo, no es suficiente para expresar las infinitas posibilidades que existen, por lo que necesita una pequeña ayuda. Esa ayuda es la que ofrecen las perífrasis y locuciones verbales. ¡Ojo!, que son dos palabras con el mismo apellido, pero no son la misma cosa. Las perífrasis son construcciones de más de un verbo que insisten en el aspecto verbal (perífrasis aspectuales, es decir, duración en el tiempo) o en el modal (modales: indican deseo, obligación, posibilidad, necesidad…). Ejemplos: acabar de cenar, deber venir, deber de costar, estar a punto de, comenzó a nadar…

    Por su parte, las locuciones verbales son agrupaciones de palabras con un sentido unitario (hay algunos tipos de palabras con locuciones, es decir, varios tipos de locuciones). En el caso de los verbos, están lexicalizadas (siempre son iguales). Ejemplos: dar la cara, echar de menos, sacar de quicio, etc.

 

   Conclusión: los verbos son la manifestación perfecta para la comunicación humana porque mueven esa realidad que hemos nombrado con los sustantivos de formas complejas que simulan un infinito de opciones posibles. Por eso son un poco cansados de estudiar y por eso es importante usarlos bien, porque el mar de matices y la exactitud que pueden alcanzar se pierde al utilizarlos sin conocimiento. Sin duda, un tema (el de los verbos) que merece la pena estudiar si se quiere tener un buen autoconocimiento y una mínima precisión al hablar y entender el mundo o nuestro propio pensamiento.

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