Antes de abordar el estudio literario de esta obra, conviene que leas la entrada sobre la épica medieval. Además, es más que conveniente aclarar que se habla de la obra, no del personaje que la inspira. Para el que quiera profundizar en la figura del Cid histórico, os paso enlace a un canal de YouTube más que recomendable. Os adelanto que es tan interesante y sorprendente (o más) que la del cantar que aquí nos ocupa.
https://www.youtube.com/watch?v=vaDqAqqmjyc
El Cantar de Mío Cid se conserva en un manuscrito de la Biblioteca Nacional copiado en el siglo XIV. Consta de 3.730 versos y desconocemos el comienzo porque falta el primer folio. Es una copia del original de 1207, fecha que ha sido interpretada de distintas maneras.
Sobre la autoría, unos piensan que la versión definitiva del cantar sería el resultado de la actividad refundidora de dos o más juglares; una redacción primitiva no muy lejana a los hechos que narra. Para otros solo habría un único autor culto, probablemente un clérigo llamado Per Abat, interpretando el “explicit” final, “Per Abat le escribió”, con la acepción de “componer”.
El tema central
de la obra, según lo apuntado por varios críticos, es el restablecimiento de la honra
del héroe. Se ha hablado de una doble deshonra: deshonra militar en el plano
público, debida a una falsa acusación que provoca la situación de destierro; y
una deshonra doméstica en el plano familiar, que se produce con el casamiento
de las hijas del Cid con los infantes de Carrión y la posterior afrenta.
Paralelamente, se ha considerado la ascensión del Cid al poder, como ejemplo perfecto de literatura propagandística de Castilla y lo castellano en tres planos o niveles: político (la rivalidad histórica de Castilla y León), socio-económico (ideales de equidad jurídica y movilidad social y desprecio a los valores de la alta nobleza) e individual (glorificación progresiva del héroe frente a la ridiculización de sus enemigos), así como el ensalzamiento de Castilla y su héroe castellano.
El Cantar del Destierro cuenta
cómo el Cid es injustamente desterrado de Castilla por el rey Alfonso VI. Antes
de marchar, deja a su mujer e hijas en el Monasterio de Cardeña. Para mantener
a su pequeño ejército, su lugarteniente Martín Antolínez consigue dinero de
manera más o menos fraudulenta de los judíos. Se encamina hacia la frontera de
Castilla y establecen su plan para derrotar a los moros.
El Cantar de las Bodas narra cómo
el Cid marcha sobre Valencia logrando colocar su estandarte en el alcázar. El
rey le concede el permiso para que su familia se reúna con él. Los Infantes de
Carrión, atraídos por la riqueza del Cid, piden a sus hijas, Elvira y Sol en
matrimonio.
El Cantar de la Afrenta de Corpes trata
sobre cómo los infantes, para vengarse de los insultos de los hombres del Cid,
se muestran cobardes y brutales agrediendo a sus esposas en el robledo de
Corpes a su regreso a Castilla. El Cid demanda venganza a Alfonso VI quien convoca
las Cortes de Toledo. Los infantes son vencidos en un duelo y las hijas del Cid
se vuelven a casar con los Infantes de Navarra y Aragón. El Cid muere en
Valencia cubierto de gloria.
https://www.cervantesvirtual.com/buscador/?q=Cantar+de+M%C3%ADo+Cid
En cuanto a los personajes,
el autor utiliza diversos recursos para caracterizarlos por sus acciones, por
sus reacciones, por sus propias palabras o a través de epítetos. Con todo,
suelen definirse más por sus acciones que por sus parlamentos.
En primer lugar tenemos al Cid, que encarna las más altas virtudes caballerescas (hombría,
lealtad, caballerosidad, cortesía, moderación, mesura...) y está caracterizado
mediante la técnica de contraste: guerrero fiero, valiente y, al mismo tiempo,
sensible, buen esposo y perfecto padre.
Todo el cantar está estructuralmente montado en torno a
las relaciones del Cid con el rey,
que es, indirectamente, el personaje que desencadena la acción y evoluciona a
lo largo de la obra.
Los enemigos
intervienen decisivamente en la deshonra y en el posterior encumbramiento del
héroe. De ellos, son los infantes de
Carrión los que ofrecen mayor interés. Son cobardes, carecen de madurez y
dependen el uno del otro de forma siniestra. No hay que olvidar que los
infantes son los representantes de la alta nobleza, que no acepta la imparable
ascensión de un infanzón por el solo motivo de haber amasado una gran fortuna.
Por otro lado, los “moros”
contribuyen a aumentar la honra del Cid.
Doña Jimena, Doña
Elvira y Doña Sol cumplen el
tópico medieval de mujeres sumisas, al servicio del héroe y sin personalidad.
No obstante, las hijas también tienen una importante participación como
causantes de la acción. Jimena siente el dolor de la separación y comparte con
su marido la vergüenza social de la deshonra y el honor posterior. Por último,
los acompañantes del Cid comparten
el deshonor y colaboran en las acciones de recuperación de la honra. De ellos
destaca Álvar Fáñez, brazo derecho
del Cid. Es leal y comparte sus rasgos heroicos, pero también tiene criterio
propio.
En cuanto a la versificación,
hay que decir que los 3.730 versos que
componen el poema tienen como característica métrica el anisosilabismo, es
decir, que no tienen medida fija
(entre 10 y 20 sílabas); y la división interna en hemistiquios, también con un número irregular de sílabas. Estos
versos no se agrupan en estrofas definidas sino en series de versos de
extensión variable con rimas asonantadas (sonidos vocálicos) llamadas “tiradas”.
El estilo de
la obra viene definido, principalmente, por la lengua empleada, que se caracteriza por la claridad, la simplicidad
y la economía en la narración.
Entre las técnicas utilizadas destacamos: el contraste que produce un choque entre intenciones y resultados; la expectación que provoca diferentes sensaciones en el auditorio; la supresión de nexos en el relato con el fin de que el auditorio participe con su imaginación en el relato; el paralelismo y la parataxis (coordinación o yuxtaposición oracionales) en el desarrollo de los temas, en las tiradas, para aumentar la intensidad emocional y facilitar la recitación; los versos de encadenamiento para mantener la unidad del poema; las fórmulas de la voz narradora para reclamar la atención del auditorio: verbo oír, saber, Dios + que (o variante) + adjetivo; la rima interna que normalmente produce una intensificación de diferente orden; el humor (el episodio de las arcas, el de la prisión del Conde de Barcelona y el del león); el simbolismo (espada ceñida = huída; espada en mano = lucha; mantos e pelliçones = suntuosidad y riqueza; la luenga barba = virilidad...); y el dinamismo conseguido a base de tres movimientos: externo (del relato), interno al autor e interno a los personajes.
No voy a aburrir con la típica
arenga sobre el personaje, la historia, el cantar o las muchas y diversas
interpretaciones (más que interesadas) sobre el tema. En lugar de eso, quiero
señalar la obra como uno de los mejores ejemplos de la épica medieval europea,
tan prolija e interesante en su conjunto, y como forma de entender el mundo
medieval.
También veo esencial recalcar la
gran diferencia (amén de otras más pequeñitas) entre la poesía narrativa
castellana y la del resto de Europa: el tono
realista que tiene la primera frente a las demás. Una característica que no
será exclusiva de esta obra, sino que la seguiremos viendo más adelante como
una de las señales de su especial identidad y como un ejemplo de saber
aglutinar las modas o las formas europeas con su propio y único camino cultural.
En otras entradas abordaremos este
tema y repasaremos la diferencia entre historia, leyenda, mito, etc.
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