Vivimos en una época en el que, sin duda, reina lo subjetivo. Hasta tal punto llega, que lo objetivo es visto como una opinión más, igual de válida, o no, que aquello que siento y sufro de forma subjetiva.
La distinción, en teoría, de estos
conceptos es sencilla. Lo subjetivo es cómo ves las cosas desde tu perspectiva,
desde tus emociones, en definitiva, desde tu propio prisma deformado e
interesado. Lo objetivo, en cambio, pretende ser algo medible que pueda verse
de forma similar por todos. Por ejemplo, si se demuestra que un político ha
recibido algún dinero ilícito por hacer su trabajo; no sé, alguna comisión o
“mordida”; es objetivo que se ha saltado la ley. Sin embargo, según tus
creencias, tu ideología o lo que sea que te mueva; verás ese hecho desde tu
prisma, por lo que tu opinión será subjetiva.
En muchos casos, lo objetivo no es
algo fácil de ver. Algunos lo rechazan de plano porque no es un axioma
científico inamovible en el sentido estricto; sin embargo, en el ámbito de lo
social, lo cultural o lo humano, es lo más parecido que existe. Al menos,
mostrará hechos, datos, gráficas, etc. Gracias a eso, puede haber leyes, normas
y reglas comunes en sociedad. Lo más parecido para acercarnos a la idea inalcanzable
de eso que llaman Justicia.
Este concepto tiene, además, un
problema grave de cara al público: es feo, anda raro, como escondido. Tiene
complejos, deformidades y no suele caer muy bien; pues te dice la verdad, así,
sin miramientos, sin escrúpulos. Por otro lado, no suele estar de buen humor.
Anda triste, sin amigos. Muchos le dicen que huele mal, por eso se le margina. Como
puedes imaginar, no lo tiene fácil para socializar. Es cierto, le cuesta
bastante. No lo puede remediar. Él es así y, al contrario que cualquiera de
nosotros, no puede cambiar. Diré más, no debe. Un leve cambio le lleva a su
opuesto. Así de crudo lo tiene para ser aceptado el concepto de lo objetivo.
Su compañero (su contraparte), en
cambio, siempre fue un tipo resultón. Siempre de moda. Eternamente joven.
Sociable, simpático y amigable. Una apariencia sin par. Con todo, creo que
también está triste, cansado de acomodarse a todos. Cansado de mentir por los
demás. Me dijo un día, en confidencia, que se sentía, en el fondo de su alma,
solo y vacío. Al principio me resultó irónico, pues es de los que andan por
ahí, en compañía de todos, con innumerables amigos y conocidos. Al poco rato,
puede comprenderlo mejor: estaba aturdido por la fama, acosado por los fans y
harto de no poder ser él mismo. Algo me dice que solo una cosa podría
consolarlo: reencontrarse y poder entenderse con el otro. Sí, con lo objetivo.
De esa forma, con algo de suerte, recuerde cuál es su lugar en el mundo.
Es cierto que con las cosas
objetivas también se puede mentir y manipular. No tienes más que interpretarlo
en el sentido que mejor te venga. De hecho, falsear lo objetivo es la mejor
forma de engañar. Es la forma más oficial, la que mejor queda, la profesional.
No digo ya inventarte datos falsos, no va de eso el artículo; aunque sea algo
que sucede cada día en los medios y en los gobiernos. Sin embargo, no
arremeteré ahora con ello. La cuestión es el uso fraudulento de hechos
objetivos, verificables. Ahí radica la forma efectiva de engañarnos a la población.
Si lo piensas bien, es algo que saben hacer hasta los niños pequeños. Al final,
es mentir con la verdad, exagerar, cambiar causas por consecuencias e inferir
cualquier cosa que te venga bien en ese rato, etc.
Sí, esa es una buena forma de
engañar a la gente. Pero, ¡ojo!, que
no es ni la más eficiente ni la más utilizada. En general, se suele optar por
el otro enfoque, el subjetivo. Desde esta perspectiva ya no importa ni la
verdad, ni los estudios, ni las pruebas, ni los hechos, ni nada de nada. Aquí
ya solo importan las emociones. Lo triste es que ni siquiera hacen falta
sutilezas. Es suficiente con la brocha gorda para manipularnos, es
decir, con las emociones básicas; las
seis armas de destrucción masiva de cerebros.
Estas poderosísimas herramientas
están un poco especializadas por parejas. El miedo y la tristeza se utilizan
para controlar a la población; el asco o la ira para dividirla y enfrentarla;
y, por último, la alegría y la sorpresa para fines comerciales o lúdicos, es
decir, para distraer. Además, verás que en todos los casos es necesario mucho
menos esfuerzo que con enfoques objetivos tanto para lograrlo como para el
consumidor. Como es lógico, no son las únicas emociones. Hay muchísimas más.
Algunas de ellas; la envidia o la avaricia, por ejemplo; muy útiles también en
el asunto de hoy, pero ya te haces una idea con unos cuantos ejemplos sobre
estas seis.
Me acuerdo mucho de la Pandemia. ¿Te acuerdas de todo lo que pasó y todo lo
que hicimos? Pues mucho de ello fue por el miedo que tuvimos, y el que nos
inocularon. También hubo mucha dosis, como os adelantaba antes, de tristeza en
aquello. De hecho, no dan ganas de recordarlo demasiado. Sobre la ira y el asco; o, dicho de otra
forma, el odio; hay tantos ejemplos que me entra furia solo de pensarlos. El
odio sirve para dividir a la gente, algo esencial si quieres controlarlos; pues
todo el mundo sabe que juntos somos mucho más fuertes. Una amenaza en potencia.
Algunos lectores serán amantes del
fútbol, o de cualquier otro deporte. Lo normal es que te guste más un equipo.
No sé, el de tu ciudad o uno bueno, o uno que viste de chaval. No importa, en
todos los casos está correcto. El problema nunca fue que ames unos colores. Sí,
es algo un poco sentimental e irracional, pero es sano y tiene lógica. Formas
parte de algo, de un sentimiento, de una pasión. La hinchada que se une para
apoyar a los suyos. Lo que es absurdo es que odies otros, o que aproveches la
situación para soltar adrenalina y ponerte a hostias con todo el mundo que no
lleve los colores de tu equipo.
La cosa empeora cuando entran en
conflicto, más allá de los colores, las ideologías. Ahí ya sí que ve uno las
manadas de borregos dirigidos por los pastores de siempre. Todos uniformados y encaminados
a las urnas, clamando al son de las tonterías de siempre. ¿Y para defender qué?
¿Ser de izquierda, de derecha, de Madrid o de Barcelona? Igual venía bien
pensarlo antes de llegar dando botes con tu voto.
En efecto, ahora los que defienden
una ideología son como fanáticos de sus colores. No por nada, solo porque les
toca en un lugar o en otro. Simple y triste a partes iguales. ¿No estaría mejor
poner toda esa energía, juntos, en exigir a nuestros representantes que asuman,
de verdad y sin excusas, la responsabilidad que dicen tener? Yo creo que sí,
que es absurdo odiar por mitades. Nos impide ver el bosque y vigilar lo
importante. En fin, así funcionan las emociones cuando no sabes controlarlas.
Como ya estarás viendo, no son pocas
las veces que las emociones actúan a la vez. Los mismos ejemplos utilizados
para el odio me sirven, en algunos casos, para el miedo; o para la alegría, la
tristeza, etc. Terminaré el repaso de estos motores subjetivos que son las
emociones descontroladas con las más divertidas, aunque no por ellos dejan de
ser perniciosas o poco efectivas para lo que son.
Eso es, toca hablar de la sorpresa y
de la alegría. Igual que antes con el fútbol; en principio, estas emociones
están bien. Muy bien, de hecho. Entretenimientos, viajes, excursiones,
aficiones, juegos, redes sociales… Todo lo que te saque de la rutina y te
motive, si no va contra otras personas, está muy bien. Es necesario, es la vida
en sí misma. Lo malo llega cuando dejas de ser tú el que elige, cuando te dejas
llevar o, mejor dicho, cuando dejas que te lleven. Televisiones, anuncios,
programas, plataformas, famosos, etc. Eso ya es diferente. Ahí sí que te la
están liando a lo grande.
Si cuando juegas, te relacionas en
redes o ves contenido en tu tele o tu ordenador; notas que te dosifican la
alegría como si fuera una droga, ahí tienes el primer indicio de que no te
diviertes. Estás en el juego facilón del conductismo más básico, el que se usa
para entrenar a perros y otros animales. Las dosis pequeñas y pensadas; pero
sin parar, sin freno, sin fin. Son las recompensas positivas para mantenerte
anestesiado, así de sencillo. Sí, ya sé;
tú controlas. Lo sé. Claro, igual que yo. Controlamos de lujo, cómo no. Con
todo, están abusando de ti.
Supongo que verás, como yo, que la
lucha entre lo objetivo y lo subjetivo es desigual. No se puede apelar a la
razón contra lo emocional. El porcentaje de éxito es muy bajo. Por lo tanto,
deberíamos tener algunas herramientas útiles para defendernos del mundo moderno.
¿Cuáles pueden ser?
Aunque no lo creas, hay muchas.
Están ahí, al alcance de todos. Algunas requieren esfuerzo, es verdad. El
pensamiento crítico, la razón, lo objetivo, los argumentos… Esas siempre son
buenas armas, pero, sí, cuesta un poco afilarlas. No pasa nada, hay más
opciones. Tranquilos, que no son excluyentes. La primera es la famosa e
incomprendida empatía. Sí, otra emoción. Es verdad. No será la única. La
solución debe ir por ahí. Está en las emociones. Hay otras que ayudan bastante:
el orgullo, la generosidad, el amor (por ahí te toparás con la empatía)…
Para terminar hablaré de otro truco
para no ser arrastrado por las oleadas de sensiblerías de hoy en día: la
gestión emocional. No debes escudarte en la emoción que tengas en cada momento
para concluir lo que te dé la gana. Eso te convierte en un niño mimado y
tontorrón. Tus emociones debes aprender a sentirlas. Total, es gratis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.