En España, el Renacimiento llega aclimatándose a las formas y los gustos locales, que no desaparecen sino que se integran (conviven) con las nuevas formas italianas. De hecho, la poesía que más escucha la población del siglo XVI seguirá siendo la tradicional (Romancero) y la cortesana. Eso es, seguirán de moda los cancioneros. Es entre finales de los años veinte y la mitad del siglo cuando se produce la aclimatación de estas nuevas formas y contenidos. Por eso, entre otras causas, en nuestra literatura el Renacimiento tiene ese sabor tan diferenciador, porque aclimata lo nuevo a la tradición multicultural preexistente.
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Noble y poeta |
La fecha clave para fraguar definitivamente la gestación
de lo dicho es 1543, año en el que
se publican de forma póstuma las obras de Juan Boscán y de Garcilaso de la Vega,
los grandes pioneros en la defensa de la poesía renacentista italianizante. La
rápida difusión de estas obras (principalmente las de Garcilaso, que será la
gran influencia de todos los que vendrán después) contribuye decisivamente en
el triunfo de esta poesía novedosa. Llegarán nuevos géneros, motivos, temas,
tópicos, versos, estrofas… En fin, una sensibilidad poética diferente. Veamos,
pues, algunas de sus claves de estas innovaciones formales.
Se recuperan muchos géneros de la tradición grecolatina
como las églogas (temas amorosos de pastores), odas (cantos de alabanza),
epístolas, sátiras o elegías (odas a los difuntos). En cuanto a las
innovaciones métricas, frente al octosílabo castellano, se opta por
endecasílabos y heptasílabos, utilizados con estructuras (estrofas o poemas no
estróficos) diferentes (para saber más sobre estas cuestiones, id a las
entradas sobre métrica, géneros, estrofas…).
De hecho, las dos líneas poéticas del siglo, la amorosa (primera mitad) y la moral (segunda) se diferencian muchas
veces por la forma de expresión seleccionada. La lírica amorosa se expresa en
canciones, sonetos, madrigales o sextinas. La de temática moral usará silvas,
tercetos encadenados, sonetos y liras en géneros como la oda o la epístola.
Sobre los temas
de la poesía del XVI, nos centraremos en los mitológicos, naturales y,
principalmente amorosos y morales (segunda mitad).
La presencia de la mitología
clásica greco-romana es palpable, pues su acervo proporcionará un enorme
conjunto de motivos tomados de autores clásicos o de las mitografías de la
época. Por su lado, la Naturaleza
aparecerá estilizada como reflejo de belleza divina y marco de incidencias
amorosas, armonía, reposo, etc. De la descripción de la Naturaleza se seguirá
el tópico literario del Locus amoenus de Virgilio, es decir,
un lugar agradable que presenta una naturaleza ideal y armónica con unas
características fijas como arboledas, sombras, corrientes de aguas cristalinas,
flores, clima sereno, prados de hierba fresca, etc.
Hay más tópicos relacionados con la descripción de la
naturaleza están los de alabanza de vida sencilla como Beatus ille (feliz aquel) o Aurea mediocritas (adorada mediocridad). Más allá de la
literatura bucólica y pastoril, el campo o la aldea se contraponen a la Corte o
a la ciudad como refugios de paz. Uno apuesta por una vida sin riquezas ni
grandes ambiciones, una vida tranquila, sin las preocupaciones de los ricos. El
otro muestra la añoranza de la vida apartada del mundo (en contacto con la
naturaleza agradable) como un lugar para encontrar la paz y la armonía.
Este tópico (Beatus
ille) tiene otros similares asociados, en mayor o menos medida, a lo divino
y espiritual. Por ejemplo: Menosprecio de
corte y alabanza de aldea, en el que por iguales motivos se pondera la vida
en el campo en detrimento de la ajetreada y conflictiva vida cortesana.
El tema central de la primera parte del Renacimiento español
será el amor. Un amor influido por
la filosofía neoplatónica, es decir, visto como una virtud del entendimiento
que contribuye a hacer mejores a los hombres. Con el amor puedes elevarte de lo
inmaterial a lo material, superando así la sensualidad (“pura materia”). La
mera contemplación de la belleza femenina, igual que con la armonía musical o
la belleza de la naturaleza, te da acceso al conocimiento de la Belleza
Absoluta.
El tópico que mejor resume esto es Descriptio puellae, una
descripción de la belleza femenina que sigue un orden fijo y una serie de
normas: se realiza de arriba abajo (cabeza, rostro, cuello, brazos, manos,
torso, piernas…; aunque lo frecuente es que se detengan mucho antes); el
cabello será generalmente rubio (símbolo de nobleza, pureza, belleza en la EM y
el Renacimiento; un tópico en sí mismo) y se describirá con símiles o metáforas
(si es blanco, por ejemplo, representa la vejez; por lo que las imágines
creadas serán distintas); el rostro se describe aludiendo a elementos naturales
vinculados a la pasión o el calor, la pureza o la frialdad; y los ojos brillarán
como soles o estrellas. Al final, todo en la amada es luz, belleza, divinidad…
A esto, Dante y Petrarca añaden un componente espiritual,
creando así el tópico (muy usado en España) Donna angelicata (“mujer ángel”), cuyo amor hace brotar al
hombre un instinto distinto al carnal, es decir, el de auto-superación.
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Petrarca |
La belleza femenina dará pie a otros dos tópicos
esenciales en el Renacimiento. El primero es Carpe diem, que significa
“disfruta cada día”. El otro es muy
similar, pero fruto directo de esa descripción femenina: Collige, virgo, rosas;
que significa “muchacha, corta las rosas”.
La idea de ambos es invitar a la mujer a aprovechar su juventud y su belleza
antes de que caduquen, pues el tiempo es breve; igual que le pasa a las rosas.
Sin embargo, el amor no siempre será así expuesto.
También puede ser fuente de dolor y frustración cuando el enamorado percibe que
será inalcanzable o que puede perderlo. La poesía renacentista manifiesta esto
por medio de antítesis características de la época como fuego/hielo, día/noche, calma/tormenta, paz/guerra…
En los hombres, no se alaba la belleza. El tópico
renacentista que se ve sobre ellos es Sapientia et fortitudo (Sabiduría y valor), y se relaciona con
el prototipo de poeta de la época: el estudioso y soldado (pluma y espada)
propio de la nobleza. En un hombre se valoran la sabiduría, la inteligencia, el
cuidado del cuerpo, la destreza en combate (caza, guerra…), la agilidad (danza)
o la sensibilidad (música, creación literaria, canto…).
Respecto a la poesía moral de la segunda mitad del siglo
(reinado de Felipe II), usará los mismos temas y estilos que pone en relieve
Garcilaso, pero con la idea de moralizar y adoctrinar. Será una poesía moral y
religiosa influenciada por el espíritu de la Contrarreforma que hará hincapié
en un código de conducta más rígido; aunque también por la insatisfacción ante
una nueva sociedad urbana e individualista. Seguiremos viendo los tópicos Beatus ille y Aurea mediocritas. Sin lugar a dudas, el autor más representativo
de la poesía moral será fray Luís de
León, un erudito que veremos en su propia entrada.
Como colofón a esta nueva moral y al incremento de la
religiosidad (y al espíritu reformista de la época) surgirá una poesía
(literatura, mejor dicho) muy particular: la mística y ascética. En España habrá dos autores importantísimos de
esta corriente: santa Teresa de Jesús y
san Juan de la Cruz.
Para finalizar la entrada repasaremos las escuelas, y sus autores, más representativas del siglo XVI; aunque a algunos los veremos detenidamente en otras entradas. Durante la época de Carlos I destacan Garcilaso de la Vega, Juan Boscán, Diego Hurtado de Mendoza o Gutierre de Cetina. El la de Felipe II (segundo Renacimiento), destacan la escuela salmantina (fray Luis de León o Francisco de la Torre), la escuela sevillana (Fernando de Herrera o Luís Barahona) y la poesía mística de san Juan y santa Teresa.
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