Sustantivos

¿Son fiables los sustantivos?

  En la escuela aprendemos que los sustantivos (nombres) son, desde un punto de vista semántico, palabras que designan personas, animales, objetos o conceptos. Además, nos los muestran clasificados según la realidad que refieren. También estudiamos que según el prisma morfológico son palabras variables en género y número (con las distintas variedades y excepciones que pueda haber). Por último, atendemos al valor sintáctico del sustantivo en la oración.

    Por otro lado, en función del nivel educativo en el que te encuentres, verás etimología, formación de palabras, mecanismos para crear nuevas palabras, formas para hacer que otros tipos de palabras se comporten como sustantivos, etc. Tampoco se puede obviar que puedes estudiar el asunto desde un punto de vista, por ejemplo, filosófico y comenzar con Parménides a comprender el mundo.

    Pero, ¿qué significa esto? ¿Para qué sirve en el fondo?

 
   La verdad del asunto puede no gustar a muchos. Yo creo que hay dos respuestas igual de válidas. La primera es más cruda, pero también más corta. No sirve para casi nada. Al menos, tal y como lo aprendemos, pues lo aprendemos sin saber para qué debemos aprenderlo, o para qué es útil saber esas cosas. 

    La segunda respuesta, aunque obvia, es contraria. Sirve para todo. Es algo esencial. Fíjate en lo que tienes delante. Fíjate en los objetos de la habitación, o en lo que veas por la calle. Fíjate en tus amigos. Mírate al espejo. Observa tus manos, lo que comes, lo que bebes o lo que fumes. Piensa en lo que compras, lo que vendes o lo que robaste aquel día de fiesta con los amigos. Saca la cartera, vacía tus bolsillos y cuenta el dinero que llevas encima. Cacharrea en Internet y observa a tus amigos o a los amigos de tus amigos. Coge el metro, súbete en el coche…, haz (o piensa) lo que quieras. Una cosa está clara. Todo lo observado o rememorado es sustantivo.

    La realidad, pues, toda, es sustantiva. Si te agencias una etiquetadora puedes etiquetar todo lo que se te ocurra, hasta la misma etiquetadora o la etiqueta que acabas de utilizar (escribirás: etiqueta). En todos los casos, usarás sustantivos para nombrarlo todo. El resto de tipos de palabras sirven para mover, cambiar, matizar o relacionar a los sustantivos, que forman toda la realidad tangible e intangible que nos rodea.

    Dentro de los sustantivos tenemos varias clases, es decir, que los clasificamos en función de a qué realidad se refieren. De este modo podemos clasificar todo lo que es (incluyendo a los pensamientos, las abstracciones, emociones, etc.). De esta forma, si un sustantivo pertenece a una clase, no puede ser de otra (con todo, no siempre es fácil determinar a qué tipo de sustantivo adscribes esa palabra. Será interpretable, algo muy habitual al estudiar una lengua). Eso sí, recuerda que son excluyentes. Si un sustantivo entra dentro de los nombres propios, no puede estar también con los comunes. 


    Todos los sustantivos se clasifican en dos opciones. Serán, siempre, comunes o propios.

   Los nombres propios se refieren a entidades específicas y se escriben con la primera letra en mayúscula. Pueden seguir clasificándose según a qué realidad específica se refieran. Los de persona se llaman antropónimos (Eduardo, Sofía, María…); los de lugares, topónimos (Ebro, Tajo, Amazonas, Andes, Madrid…); los apellidos, patronímicos (García, Santamaría, Villa…); etc.

   Los comunes son todos los demás (personas, animales, cosas, ideas…). Dentro de ellos, distinguimos entre concretos y abstractos. Los concretos designan todo lo que existe y los abstractos todo lo que no lo hace de forma tangible (conceptos, ideas, pensamientos, etc.).

    Dentro de los concretos seguimos distinguiendo clases distintas. Hablo de individuales y colectivos. Los primeros se refieren a sustantivos individuales en singular, los colectivos a conjuntos o grupos (también cuando están en singular). Por ejemplo, una flota, una piara, una gatería, una clase, un profesorado, un pelotón, o un ejército son nombres colectivos porque se refieren a conjunto de barcos, cerdos, gatos, alumnos, deportistas o militares respectivamente.

    Por último, dentro de los sustantivos individuales (comunes, concretos, individuales) podemos distinguir entre contables o no-contables (incontables). Los contables aceptan un número (un gato, doce gatos); los otros, no (azúcar, agua, arena, aceite…).

    De esta sencilla forma ya podemos construir toda la realidad que nos rodea, sin importarnos si es visible, palpable, ficticia o no. Estamos, pues, preparados para construir, con oraciones, historias y curiosidades sobre todas las cosas, es decir, sobre todos los sustantivos.

    Otro tema es el concepto de sustantivación, que puede verse desde una perspectiva gramatical (un adjetivo o una oración se convierte en sustantivo) o filosófico-literaria (un sustantivo abstracto o adjetivo sustantivado adquiere cualidades de sustantivo concreto y material (palpable), es decir, sale del mundo de las ideas). Ahí entrarían también temas de literatura o recursos retóricos (por ejemplo), pero todo esto lo veremos, por ahí, en otras entradas de este blog.

    Conclusión: puedes fiarte de los sustantivos por encima del resto de palabras, pero recela algo más cuando sean abstractos o sustantivaciones.